RECUPERACIÓN DESPUÉS DE UN ICTUS
Un ictus (popularmente conocido como infarto cerebral, trombosis, embolia, derrame cerebral, apoplejía, etc) ocurre cuando se produce una rotura o bloqueo de un vaso sanguíneo que impide el correcto flujo sanguíneo hacia una parte determinada del cerebro. Detectarlo a tiempo es fundamental para salvar la vida del paciente y reducir la probabilidad de secuelas posteriores.
Cada tratamiento depende de la gravedad y del tipo de ictus, aunque su objetivo principal siempre es el de restaurar el flujo sanguíneo y reducir la presión en el cerebro.
¿Cómo es la rehabilitación después de un ictus?
Una de las razones por las que es fundamental evaluar cualquier señal de un ictus es que el daño cerebral ocasionado puede extenderse más allá de la región afectada y empeorar durante las primeras 24 horas.
Cuando se produce un ictus es preciso hospitalizar al afectado para determinar la causa y el tipo de ictus sufrido y prevenir posibles complicaciones. La rehabilitación debe comenzar cuando el paciente se encuentra estable a nivel clínico.
La rehabilitación no consigue eliminar el daño cerebral producido por el ictus, sino que se orienta a minimizarlo y a mejorar la adaptación del paciente al día a día. Puede requerir que éste tenga que volver a educarse en aspectos básicos como la movilidad, el equilibrio, la percepción espacial y corporal, el control del esfínter, el lenguaje y darle nuevos métodos de adaptación psicológica y emocional. El tratamiento exige la coordinación y colaboración de profesionales como neurólogos, rehabilitadores, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, logopedas, psicólogos, etc.
El tiempo que dure la rehabilitación dependerá de los déficits que el afectado presente. Gran parte de los avances ocurren en las primeras semanas o meses posteriores al ictus. A partir de ese momento, podrá seguir haciendo progresos, pero a un ritmo más lento.
¿Cuáles son sus consecuencias?
Las secuelas de un ictus varían en función de la persona, de la zona del cerebro afectada, del tipo de ictus y de los factores de riesgo en general. Normalmente, las consecuencias de se ven reflejadas en la parte del cuerpo contraria a la zona del cerebro donde se haya interrumpido el flujo sanguíneo.
Por lo general, las secuelas son los síntomas del ictus que surgieron durante el accidente y que no han logrado ser revertidas. Entre las más frecuentes, podemos destacar las dificultades para hablar, la incapacidad para mover partes del cuerpo, problemas de sensibilidad, problemas de visión, etc.
Debido a esta variedad de consecuencias, es muy importante que desde el primer momento, la rehabilitación después del ictus sea abordada por un equipo interdisciplinar que trate de mejorar la calidad de vida del paciente en todos los planos. Desde neurólogos hasta psicólogos, pasando por la familia del propio afectado, todas las aportaciones son importantes.
La rehabilitación puede ser un largo proceso, lento y a veces con altibajos aunque siempre depende de la situación del paciente. Por ello y durante el proceso de recuperación, la familia y los cuidadores han de intentar concentrarse en los progresos y no en las limitaciones, y mostrar entusiasmo ante cada nuevo logro, grande o pequeño.